Sin miedo a lo desconocido

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Por Ana Pau Molina

Cuando tenía 14 años, brinqué de paracaídas. Bueno, en realidad no, pero casi. No estaba acostumbrada a hacer cosas nuevas, ni me gustaba intentarlo. Cuando llegué al lugar del lanzamiento, me dijeron, “El entrenamiento fue ayer, pero inténtalo así. Para la próxima vez, ya te explicamos bien cómo.”

Caminé entre la gente, buscando a Mariana, con quien había hablado por teléfono. “Está ocupada,” me dijeron, “pero intégrate al grupo que quieras”. Todos iban a saltar eventualmente, así que daba igual. Me acerqué al grupo naranja, que parecía el menos extremo. Me presentaron a Israel y me dijeron, “Él también acaba de llegar hoy, así que van a ser buen equipo. Son pareja por hoy.” Miré a mi alrededor, buscando a alguien para decirle, “Me dejaron con un nuevo y ninguno de los dos sabe cómo hacer esto.”

Empecé a ver cómo se aventaba el resto de las parejas, quienes parecían pasarla bien, gritar de alegría y reír sin parar, así que guardé mi pánico en lo más dentro de mí, me puse en la orilla, y me lancé. Esa noche, llegué llena de adrenalina a contarle a mis papás mi primer día en Unidos.

Así se sintió mi primera experiencia cercana con la discapacidad. Yo no sabía a lo que iba, no sabía cómo hablar con este niño de 8 años, ni sabía que esperar de esta interacción. Pensaba que tenía que hacer algo en especial para acomodar a mi compañero. En Unidos, aprendí que mi percepción estaba completamente equivocada.

Unidos Somos Iguales se dedica a transformar vidas mediante la interacción de personas con y sin discapacidad a través de experiencias vivenciales a para lograr una sociedad más empática, incluyente y sensible. Esto quiere decir que, tal cual, nos invita a hacernos amigos de alguien con discapacidad para entonces, entender mejor su realidad.

La discapacidad no se había cruzado en mi vida hasta ese momento, y en Unidos entendí que eso es lo que le pasa a la mayoría del mundo: la discriminación habla de desconocimiento, no de maldad. Si nunca has tenido contacto con la discapacidad, da miedo, ansiedad y, por ende, nos protegemos alejando esa realidad.

En Unidos, aprendí que no necesitas tanta preparación. Para hacer amigos, a veces los diagnósticos estorban, y la teoría se vuelve obsoleta. Cuando encontramos que a los dos odiamos al América o que las dos escuchábamos a Tatiana de niñas, es cuando nos damos cuenta de lo parecidos que somos.

Al estar en Unidos, entendí la importancia de los cajones azules en el estacionamiento, ya que implica que mi amigo Beto y yo no podemos vernos para un café si se estacionó ahí alguien que no lo necesitaba, porque él no se puede bajar del coche. Comprendí lo horrible que puede ser que mi amiga Vicky no se pueda bañar en el hotel de Los Cabos porque no está adaptada la regadera. Vi cómo miraban a Dany cuando entrábamos al cine porque es ciego y, según ellos, no iba a poder disfrutar la película. Lo sentí en lo más dentro de mí, y no solamente como una teoría de igualdad, sino como algo cercano a mi corazón y que le dio sentido a mi vida.

Hoy, a casi 8 años de ese día en el que me lancé en paracaídas (pero que, en realidad, no lo hice), trabajo en la oficina Unidos. Tengo mi trabajo soñado, invitando cada día a jóvenes quienes, como yo, pueden transformar sus vidas. Veo cómo cambian las miradas, se alargan los abrazos, se multiplican las risas y se fortalecen las amistades. En los años que llevo aquí, he presenciado millones de momentos de conexión y de verdadero contacto con lo que es realmente importante en la vida (y esto solo a través de la diversión entre amigos).

Si estás leyendo esto, te interesa vivir la experiencia de Unidos y vives en Querétaro, Cuernavaca, CDMX, Monterrey, Guadalajara, o Puebla (o te interesa llevar el modelo a tu ciudad), búscanos en www.unidos.com.mx. Puedo darte mi palabra: va a cambiar tu vida (y en una de esas, igual y conoces a alguien con quién aventarte de paracaídas en verdad).